No hay un día que pase que no tengamos una novedad sobre el proceso de rendición ante los terroristas en el que nos encontramos inmersos. Aunque al final todas esas novedades están claramente inducidas en una única dirección: hacer que parezca normal lo que no es normal. Convertir en bueno lo que es malo. Presentar como paz lo que es entrega de libertad.
El Gobierno, en apariencia, no presenta sus cartas. Siempre está preocupado por presentar un rostro sereno, que haga parecer que guardan los principios democráticos. Un rostro en el que no se muestran las verdaderas intenciones ni se abandona un discurso de defensa de no se sabe qué principios, aunque ofrezca un rancio hedor a hipocresía. Un día ese rostro lo ofrece Blanco, otro Pérez Rubalcaba, otro Fernández de la Vega, no falta López Aguilar y siempre –de una forma o de otra– aparece Rodríguez Zapatero.
Así, niegan la existencia de las cartas de extorsión de los terroristas a los empresarios o intentan reducir su gravedad. Reducen una escandalosa intención de aplicar posibles beneficios penitenciarios diferenciando a los asesinos entre malos y menos malos. Esconden la continua apología del terrorismo de Otegi bajo un disfraz ridículo de paloma de la paz. Miran para otra parte mientras ETA monta una radio en el País Vasco. Y afirman que el terrorismo callejero ha terminado al día siguiente del ataque a una sede del Partido Popular, al que además insultan por no acceder al chantaje impuesto por los terroristas.